Cuando la calle no era nuestra

Las calles de València no eran de nadie. Desde el decreto del estado de alarma solo ciertos trabajadores frecuentaron al inicio del mismo las aceras, calzadas y carriles de la ciudad. Así de vacía la veían entonces

Riders, protagonistas de la movilidad urbana

De a las Torres de Quart al hospital Universitario de La Fe, en un lunes laborable a primera hora, se tarda aproximadamente 25 minutos en bicicleta a buen ritmo y sin excesivas incidencias con el resto de usuarios de la vía. De a las Torres de Quart al hospital Universitario de La Fe, a primera hora de un día de cuarentena, se tarda 13 minutos. El tramo del anillo ciclista que conecta con la calle de Alicante ya no es parte de esa infraestructura que en los tres primeros meses de 2020 era transitada por 300.000 usuarios. Conforme avanza la mañana y abren los comercios de alimentación, las mochilas amarillas de los repartidores motean el anillo y los carriles bici de Ruzafa. Hay más bicicletas que patinetes eléctricos.

Por lo general, a más velocidad de lo permitido. Al cruzar Peris y Valero y encarar el carril bici de la Avenida Ausias March, disminuye notablemente el número de personas paseando perros. No hay ciclistas, no hay viandantes, no hay tráfico. Por la rotonda de la calle Antonio Ferrandis —conocida popularmente como la rotonda de Los Anzuelos— solo circulan tres coches que se desvanecen en dirección a la CV-31.

Adrián del Río acaba de fichar la salida de la guardia de domingo a lunes en la Unidad de Pediatría de La Fe. Desde el hospital hasta su casa en Universitats hay más de 5 kilómetros, que recorre andando: «Cuando no estábamos en cuarentena también iba caminando, después de 24 horas entre paredes y sin luz natural, lo que menos te apetece es meterte en un autobús». Además de cubrir guardias en La Fe, es pediatra en el Centro de Salud de Catarroja. «A Catarroja solía ir en metro hasta la estación del Norte y luego cogía el tren, pero los horarios del metro están muy reducidos, tardo más combinando transportes que andando hasta Cercanías. Al principio de la cuarentena, había más gente en el metro, no te ponías la mascarilla… y no sé, preferí ir andando».

En febrero de 2020 Metrovalencia tuvo 6.047.689 viajeros en el total de sus líneas, una cifra que disminuyó un 95% en la primera semana de confinamiento. Tras la superación del estadio en el que únicamente se permitía el desplazamiento de trabajadores y trabajadoras de sectores esenciales, ha habido un aumento del 36%, es decir 8.838 usuarios en una red con servicio reducido un 35%.

«Me impacta lo vacía que está la ciudad sobre las 7 de la mañana, cuando normalmente las estaciones están petadas. Es algo apocalíptico, me da pena y también me hace ser consciente de la realidad. Me sigue impactando pese a que hayan pasado varias semanas».

Tanto en Joaquín Sorolla como la estación del Norte reverbera un silencio siniestro. En esta última, nadie habla, nadie está cerca de nadie. La voz de megafonía que anuncia las llegadas y salidas de los trenes —con un servicio disminuido entre un 30% y un 50%, dependiendo de la franja horaria— atrona. Hay trenes que parten sin pasajeros.

La perspectiva de la Policía

En la comisaría de la calle Bailén una cuadrilla de policías nacionales terminan el turno. En su opinión, siguen circulando muchos coches. Uno de los agentes sin nombre que más intimida —metro noventa de estatura, facciones cuadradas, pelo rapado, totalmente equipado— expresa su satisfacción respecto a la reducción del tránsito: «Se llega más rápido, muchísimo más rápido, a todas partes. También es que hay menos trabajo. A ver, la sensación que tengo es de tristeza, no de miedo, porque ni tengo miedo al virus ni creo que lo tenga la gente, es tristeza. A los valencianos nos gusta salir, nos gustan nuestras cervecitas en nuestras terrazas. Y es triste que ahora no haya nada de eso».

La Policía Local patrulla la ciudad en vehículo y en pareja. Toni Suárez, agente de Ciutat Vella, explica que la caída de desplazamientos en bicicleta es notablemente superior a la de peatones. Para Suárez, la situación es sobrecogedora: «En un espacio tan bullicioso como el primer cinturón, donde hay mucha actividad comercial y turística, durante la semana más restrictiva el panorama fue devastador».

La ciudad desde la cámara

Eva Máñez es una de las reporteras gráficas que más se están moviendo para cubrir la crisis sanitaria del COVID-19 en València. Para ella, esto no es tan ghost town como puede pensarse desde el confinamiento casero. «En general hay menos gente y todo es raro y triste. Pero no está vacía la ciudad. Hay gente comprando, haciendo colas en supermercados y farmacias, hay mucha policía, personas paseando al perro y gente trabajando», aunque señala que varía por distritos: «Las zonas más tristes y deshabitadas son las del centro y las que no son barrio. Sin turistas y sin currantes de oficinas y boutiques  los barrios toman una nueva dimensión».

En las imágenes Eva Máñez, foto cortesía Emilio M. (Punto), y Kike Taberner en plena faena.

Kike Taberner, autor de las fotografías de este reportaje, distingue entre dos ciudades: «Está la ciudad de las mañanas, en las que sí que se ve gente por la calle y luego la ciudad de la tarde, en la que solo se ven gente paseando a los perros y riders, un silencio que se rompe a las ocho de la tarde con los aplausos». Albert Camus, en La Peste, retrataba ese transformación urbana según el reloj escribiendo que cuando la ciudad se vaciaba era «el momento en el que el silencio, el polvo y la peste se reunían en la calle».

Conforme pasan los días, la ciudad se despereza y quienes salen a diario normalizan la situación: «Los primeros días, me daba mucho respeto salir a hacer fotos, no tenía mascarilla y me sentía extraño. No me acostumbro a no poder acercarme la gente o a no dar la mano. No me acostumbro al silencio y a las calles vacías, a fin de cuentas en esta profesión necesitamos poder contar historias y esas historias la hacen personas». No hay gente pero hay tiempo para andar: «Trato de ir andando, antes ya lo hacía siempre que podía, porque es la mejor forma de ver cosas que fotografiar, pero las prisas no me permitían hacerlo detenidamente. Ahora por desgracia, o por suerte, ya no hay tanta urgencia para llegar a los sitios, pero ya no hay tanto que fotografiar».

El Jardín del Turia

Estas semanas, los casi 10 kilómetros que tiene el parque del antiguo cauce del Río Turia están siendo pisados por los jardineros y técnicos de Parques y Jardines de València. «Todos los servicios de jardinería han recuperado la normalidad. Nos encontramos trabajando a pleno rendimiento, tarde o temprano los vecinos y vecinas de València volverán a los parques y prevemos que serán los espacios públicos más demandados», explica Sergi Campillo, regidor de Ecología Urbana.

Durante las semanas de marzo antes del decreto del estado de alarma, se registró el paso de 1775 bicicletas por el cauce del río a la altura del puente de las Artes. En la misma localización, un mes antes, fue de 2800. Otro de los puntos con mayor intensidad, la zona del puente de Aragón, tuvo 2580 en febrero y 1352 en las primeros catorce días de marzo. Ahora por los viales del jardín solo circula la maquinaria y los vehículos de los jardineros. «Para los jardineros es un lujo trabajar así, todo está limpio y tranquilo. No tienen que estar pendientes de la seguridad de los usuarios y las praderas están mucho menos expuestas. Además la lluvia ha permitido cerrar los sistemas de riego, y no hay mejor agua que la de la lluvia». Rafa Pons, técnico de mantenimiento del jardín, nos muestra las zonas más asalvajadas del tramo III, donde se encuentra la pista de atletismo. «Hay mucho trabajo acumulado, nos estamos esforzando para que cuando la gente pueda acceder lo disfrute al máximo».

El equipo de Josep Tamarit, gerente del organismo autónomo de parques y jardines, tiene sobre la mesa realizar un estudio sobre los cambios en las métricas de contaminación acústica. La disminución del ruido, la climatología favorable para la vegetación y la falta de trasiego van a tener como consecuencia positiva una notable mejoría de la salud del parque. Solo entre los puentes de Serranos y Trinidad hay habitualmente un uso semanal de actividades deportivas que oscila entre las 11.000 y 13.000. El año pasado 17.338 personas emplearon ese segmento del circuito 5K de running.

Correos y un mercado municipal

Elena del Valle lleva más de dos años repartiendo el correo entre Fernando el Católico y las Torres de Quart. Camina unas tres horas y media por el distrito de Extramurs. Todos los días comienza en la calle Arte Mayor de la Seda y anda hasta su zona de reparto. «Lo que más llama la atención es que en Guillem de Castro siempre hay mucho tráfico, y ahora no. Por los coches no, porque al no haber tanta circulación se trabaja mejor, el aire está algo más limpio, pero que no hayan personas provoca tristeza».

Craft es vendedor del puesto de frutas y verduras ecológicas de Terra i Xufa, en el mercado municipal de Rojas Clemente. Todas las semanas sale a repartir los pedidos. «Estaré unas dos o tres horas, voy por Ciutat Vella y Extramurs. La primeras semanas daba un poco de miedo, la gente que te encontrabas se cruzaba de acera. Pero conforme se ha ido extendiendo el período la gente se a acostumbrado y es diferente. Lo que más echo en falta es ver vida infantil, variedad de edad. Por lo demás, sin coches y sin tanta gente se está muy bien en la calle.

Desde la Marina al Botànic

«La primera vez que crucé la ciudad entera, volviendo andando a casa, desde la Marina al Botanic, pasando por barrios de clase obrera hasta llegar al Ensanche, me sentí completamente sobrecogido por las calles fantasmagóricas y los sonidos que antes no se podían escuchar. Solo dos trayectos después ya me sentía cómodo con la situación, observando cómo la naturaleza reconquistaba las calles y el silencio dominante. Somos elásticos». Ramón Marrades es director estratégico de La Marina de València. Durante la cuarentena está yendo al puerto antiguo de la ciudad, donde viven un centenar de personas en barcos, para garantizar el cumplimiento de los servicios mínimos de jardinería, limpieza, seguridad.

La estación de aforos del carril bici de la avenida del Puerto más próxima a La Marina detectó 891 movimientos en las primeras semanas de marzo, el mes anterior fueron 1501.  A finales del año 2018, 7,7 millones de personas habían visitado La Marina, en 2019 se estima que hayan sido 8 millones. «Mi profesión está relacionada con las cosas que dan vida ciudad: la cultura, el espacio público, la convivencia y el conflicto entre personas diversas. Se hace extraño ser urbanista un momento sin apenas vida urbana», añade Marrades.

Nuevos tiempos, nuevos desplazamientos

¿Te acuerdas de los buenos viejos tiempos, antes de la ciudad fantasma? / Bailábamos y cantábamos, y la música sonaba en la boomtown. La letra es de Ghost Town, una canción de The Specials que contrapone una ciudad que se está convirtiendo en fantasmal a tiempos pretéritos en los que la urbe estaba en expansión (boomtown). Todo apunta a que cuando cese la cuarentena, el pulso de València no será el mismo. El descenso del turismo extranjero apareja una disminución del uso de las infraestructuras de transporte urbanas.

Si se siguen aplicando medidas de distanciamiento social, los medios de transporte públicos  deberían estar menos saturados. Giuseppe Grezzi, concejal y presidente del consejo de administración de la EMT, predice que habrán menos desplazamientos y que la recuperación será pausada. «Lo iremos recuperando, pero no a corto plazo, ni incluso hasta final de año». El responsable del área de movilidad de València también ha recalcado los beneficios de una ciudad con muchísimos menos desplazamientos en vehículo privado. Desplazamientos que en la cuarentena se hacen de manera individual, con solo una de las plazas ocupadas. Esta postal no difiere tanto de la habitual imagen de atascos con miles de vehículos con solo una plaza ocupada.

Los pedaleos que vendrán 

La calidad del aire urbano ha experimentado una mejora sin precedentes durante la crisis del Covid-19. Los datos acarrean una reflexión sobre los cambios en movilidad que están por llegar y el pacto político y social que se debería asumir una vez se levanten las restricciones. Aquí entra con fuerza la bicicleta como transporte estrella. En grandes urbes como Nueva York ya se está ultimando un proyecto para potenciar el uso de la bici, la iniciativa plantea un reordenación masiva del espacio público con hasta 120 kilómetros de espacio para ciclistas y peatones. En repetidas declaraciones, Grezzi ha recordado la necesidad de aprobar y dotar económicamente el Plan Estratégico Estatal de la Bicicleta (PEEB) confeccionado por la DGT en coordinación con ConBici, ayuntamientos y la Red de Ciudades por la Bicicleta.