Un respiro para València

De lo malo, lo bueno. Tras un mes de confinamiento, el aire de nuestra ciudad ha reducido sus niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) en un 70%, lo que nos vale el segundo puesto de España. Sin apenas tráfico rodado, se respira mejor, y eso ayuda a la salud. Pero, ¿qué pasará cuando volvamos… a la normalidad?

De repente, una mañana te despiertas y te sorprendes por lo insólito, al sentir que tras la ventana, esa ventana a la que te asomas con melancolía, pían los pajaritos en lugar del traquetear los camiones. La ciudad ha cambiado, y puede que para siempre. Está lo que vemos, que son las avenidas desprovistas de peatones y de tráfico, y también lo que no, porque ajeno a nuestro estado de ánimo, el aire ha experimentado una enorme mejoría, al disminuir su concentración de dióxido de nitrógeno (NO2) en un 70%. Ahí es nada.

Son las últimas conclusiones extraídas del informe de Ecologistas en Acción, titulado ‘Efectos de la crisis de la Covid-19 sobre la calidad del aire urbano en España’, que se basa en las mediciones oficiales de 24 ciudades del país. Tras recopilar y analizar los datos, el estudio señala una mejora sin precedentes y por encima de las expectativas que tenía la Organización Mundial de la Salud (OMS). La clasificación viene liderada por Alicante (-72%) y València (-70%), seguidas de tres ciudades de Andalucía (Cádiz -67%, Granada -64% y Córdoba -64%), Barcelona (-64%) y Palma de Mallorca (-63%).

¿Hay un patrón? Todavía es pronto para afirmarlo, pero territorialmente se aprecia una menor reducción de la contaminación en las ciudades de la cornisa cantábrica, mientras que las urbes del Mediterráneo han alcanzado valores propios de las zonas rurales del interior. Tal vez porque estaban en peor situación, o tal vez porque ayudan las condiciones climatológicas. El caso es que la Comunitat nunca ha ostentado un liderato tan reluciente. 

La organización ecologista lamenta que esta mejora ambiental se produzca «en el marco de una situación extrema, en absoluto deseable, que está originando graves problemas a muchísimas personas”. En este sentido, habría preferido que se diera como resultado de “un cambio de hábitos voluntario y una serie de medidas estructurales”, pero espera que los datos se traduzcan en “una futura reducción del tránsito motorizado” y “cambios en las pautas de movilidad”. Por ejemplo, al “implantar zonas de bajas emisiones ambiciosas” y “potenciar el transporte público, el uso de la bicicleta o los desplazamientos a pie”.

Exactamente, ¿qué ha pasado?

Ha pasado lo obvio: que hay menos tráfico. El NO2, que constituye uno de los principales responsables de la contaminación del aire, es el compuesto típico que emiten los tubos de escape. Por tanto, aunque las precipitaciones y la inestabilidad atmosférica influyen en su mayor o menor presencia, no se puede disociar su descenso de la drástica reducción de motores. Ahora bien, nada de cantar victoria: todavía están ahí las brutales emisiones de la industria, por lo que no hemos acabado -ni tan siquiera empezado- con el problema.

“En cuanto a los valores de contaminantes en la atmósfera en general, seguimos batiendo récords día a día, con cifras muy altas de CO2 y gases de efecto invernadero, que tienen gran resistencia a largo plazo”, explica Elena Sánchez-García, investigadora del grupo Land and Atmosphere Remote Sensing, del Centro de Tecnologías Físicas de Universitat Politècnica de València (UPV). En su departamento ya están haciendo los primeros tests con monóxido de carbono (CO) y dióxido de azufre (SO2), basados en las imágenes del satélite Sentinel-5P, “pero los resultados no son tan claros como los de NO2”, admite.

Datos de satélite en la Comunitat Valenciana

Confirman una disminución de las emisiones de Dióxido de Nitrógeno durante durante la pandemia COVID-19

El grupo de la UPV se encuentra tras un estudio que, a partir de las mismas imágenes satelitales, ya alertó de la reducción de NO2 durante los primeros días de confinamiento. Concretamente, los investigadores analizaron datos desde el 10 hasta el 20 de marzo y, en base a ellos, detectaron una caída de la contaminación del 64% en las principales ciudades de España. El liderato fue para Barcelona (83%) y Castellón (76%), mientras  que València se quedó en la séptima posición (64%). Sin embargo, en las conclusiones se advertía de que la evolución sería constante mientras que la situación se mantuviera.

Así es como hemos llegado al actual dato de Ecologistas en Acción, que recuerda lo obvio: que la reducción del tráfico motorizado tiene efectos inmediatos sobre el aire y, a su vez supone una importante mejora para el bienestar público. Según el Instituto de Salud Carlos III, el NO2 provoca en España unas 7.000 muertes prematuras al año. Se trata de un gas irritante, que agrava las enfermedades respiratorias y merma la resistencia a las infecciones, por lo que podemos ponerlo en relación con la emergencia actual.

El efecto sobre la salud

En todo el mundo, 7 millones de personas mueren cada año debido a la contaminación atmosférica, según datos de la OMS. Se sabe que la exposición a largo plazo al NO2 contribuye al desarrollo de enfermedades crónicas pulmonares y cardíacas. Es por ello que algunos sectores científicos especulan con la posibilidad de que el nivel de polución pueda influir en el índice de contagio del COVID-19. “Hay artículos que indican que las partículas son vehículos de los virus, aunque quizá no sean el vector crítico”, dice José Manuel Felisi, activista de la plataforma ciudadana València per L’Aire y la web Mesura.

Sascha Marschang, la secretaria general de la Alianza Europea de Salud Pública, es una de las defensoras de esta teoría. El organismo remite a un estudio que se realizó en China, en 2003, vinculando otro coronavirus (el SARS) con los niveles de contaminación.  “Los pacientes en regiones con índices moderados tenían un 84% más de probabilidades de morir que aquellos en regiones con baja contaminación”, recuerda. Y en base a ello, la portavoz argumenta que las epidemias ocurrirán “con frecuencia creciente” si no cae el número de vehículos y se entiende esta limpieza como “una inversión básica de futuro”.

Un respiro para València. Foto: Kike Taberner

Se muestra de acuerdo Elena Sánchez-García, quien cree que la lucha contra la polución conlleva “la mejora inmediata para la salud humana y la vida en general”. La investigadora valenciana va más allá y recuerda que limitar la presencia de estos gases contaminantes  en el aire sería también una forma de luchar contra el cambio climático, así como muchos otros problemas medioambientales del planeta; con todo lo que eso implica, Por ejemplo, el NO2 es un gas particularmente relacionado con la formación de lluvia ácida.

Y a partir de ahora, ¿qué?

Hagamos un último viaje más allá de nuestras fronteras. La AEMA respalda que las concentraciones de NO2, mayoritariamente emitidas por el transporte, han caído en el conjunto del Europa. Se ven más limpios los canales de Venecia y las montañas de Suiza, o eso dicen sus habitantes. Sin embargo, confiarse es contraproducente: corremos el riesgo de que suceda lo mismo que en China. En el gigante asiático, los satélites de la Agencia Espacial Europea (ESA) llegaron a constatar una reducción de NO2 de entre el 30% y el 40% durante marzo. Reducción que ahora se ha esfumado de un plumazo.

A medida que la epidemia ha disminuido y el nivel de alarma se ha recortado, las fábricas y otros espacios públicos están comenzando a reabrirse. Y con ellos, también vuelven los transportes motorizados y la contaminación. Ciertos expertos se atreven a hablar, incluso, de un temido efecto rebote, cuando todo lo que se ha dejado de hacer se reactive. “Si se implementan políticas de choque para mejorar la economía, y en ellas no  se tienen en cuenta los criterios medioambientales, estaremos mucho peor que antes”, alertan desde Greenpeace España. La prisa por recuperarnos podría cegar nuestra conciencia.

Un respiro para València. Foto: Kike Taberner

De volver al estado previo a la pandemia, ¿la contaminación regresará igual de rápido? Cree Felisi, de València per L’Aire y web Mesura, que ahora tenemos “información que antes no teníamos”. En su opinión, “eso nos puede ayudar a marcar objetivos mas claros. Quizá en el futuro no lleguemos a índices tan bajos como una reducción del 60% o el 70%, ¿pero por qué no un 30% menos de NO2?”. Para Sánchez-García, investigadora del CTF de la UPV, “podemos sacar algo positivo de la situación, migrando hacia modelos energéticos menos contaminantes y renovables”.

En el bando de los optimistas, también se alista el director ejecutivo de la AEMA, Hans Bruyninckx, quien abre un nuevo frente y se pregunta en un artículo si conseguiremos alcanzar los ambiciosos objetivos medioambientales que nos habíamos marcado para los próximos años, precisamente cuando estemos ocupados en resolver las consecuencias del COVID-19. “Pienso que sí. En mi opinión, una transición socialmente justa, planeada y ejecutada a largo plazo es la única vía para construir una sociedad resiliente”, escribe.

La grave pandemia que ha azotado al mundo, la peor de los últimos tiempos, promete hacernos más fuertes, pero únicamente si conseguimos adquirir un aprendizaje. Porque este confinamiento nos está quitando, en la medida que también nos está dando. Del futuro solo sabemos una cosa: que es incierto. Y sin embargo, seremos agentes activos en su construcción. Nada nos impide imaginar que el respiro se alargue más de la cuenta.

Silencio frente a la contaminación acústica

Ilustración: Diego Obiol

A ver, hay menos automóviles en la ciudad; por tanto, suenan menos cláxones. Decía el portal Contaminació.Barcelona, que la disminución del tráfico en la ciudad condal también había conllevado la caída de 67 a 61 decibelios, atendiendo a datos de las 15 estaciones adheridas a la red SmartCitizen. Esto es, un 50% menos de presión acústica. En València no disponemos de datos específicos desde el arranque de la pandemia, pero el último informe de la Sindicatura de Comptes, con datos registrados entre enero de 2017 y mayo de 2018, ya hablaba de que el Ayuntamiento había mejorado la situación en un 60%. Sin embargo, alude a la normativa de zonificación acústica y al mapa de ruido, no al tráfico.

Ahora bien, hay otros aspectos ambientales menos beneficiados por el confinamiento del COVID-19, como la contaminación lumínica. ¿Alguien ha pensado en el alumbrado que se enciende todos los días, más allá del toque de queda determinado por los aplausos y el cierre de los comercios, cuando se agotan las excusas para aventurarse en las calles? El mismo informe de la Sindicatura ya criticaba que el consistorio valenciano no cuenta con ninguna normativa específica ni ha hecho ninguna auditoría para mejorar la eficiencia energética. Sin embargo, la semana pasada, el Ayuntamiento anunciaba algunas medidas de contención, como la no iluminación de las pistas deportivas (algunas automatizadas) y el adelanto del apagado (hasta las 23 horas) en los bulevares y otras zonas ajardinadas.

Porque del plástico mejor ni hablar. Si nos ponemos a pensar en aquellos días en los que reducíamos las bolsas y los guantes del súper, lloraremos al constatar su rápida recuperación, a la misma velocidad que soñamos (ansiamos) salir de esta crisis.