Senegal a pedal, toda una aventura solidaria para financiar un centro educativo

Juan Antonio Sánchez, fundador de Hospital de Bicis, realizará una ruta en bicicleta desde Murcia hasta Senegal, concretamente a la región de Kaolack. Cuatro mil kilómetros en cuarenta y cinco días, una iniciativa solidaria mediante la que ha puesto en marcha una campaña de crowdfunding para ayudar a financiar un centro educativo en Sibassor.

La aventura comenzó el pasado sábado 11 de enero con las primeras etapas desde Murcia hacia Mazarrón y Águilas. Posteriormente, hasta Almería, están abiertas a la participación de otros ciclistas. Un itinerario que incluye ciudades andaluzas como Motril y Málaga en dirección a Marruecos. Desde Assilah hacia la costa, por Kenitra, Rabat, Casablanca, El Jadida, Essaouria o Mirleft hasta El Aaiún, capital del Sahara Occidental. Zonas “difíciles de atravesar en bici”, en palabras de Sánchez, o territorios casi despoblados que se extienden unos 800 kilómetros, con largas distancias entre aldeas.

Hasta la frontera con Mauritania, la carretera discurre junto al Atlántico (Dajla, antigua Ciudad Cisneros, o Guerguerat) y, dejando atrás la capital mauritana, Nuakchot, llegará al río Senegal que atraviesa la ciudad de Diama, a trescientos kilómetros de Sibassor. Un recorrido que podemos seguir a tiempo real en la web del proyecto y en su redes sociales.

Un proyecto ilusionante

Senegal a pedal es una iniciativa solidaria puesta en marcha por Juan Antonio Sánchez, fundador de Hospital de Bicis, una empresa murciana dedicada a la movilidad urbana en bicicleta. El proyecto consiste en recorrer en bicicleta los 4.000 kilómetros que separan Murcia de Sibassor, una pequeña aldea ubicada en la región de Kaolack, en Senegal, y recaudar la cantidad de un euro por cada kilómetro de distancia, mediante una campaña de crowdfunding que permanecerá activa durante varios meses. El importe recaudado irá destinado de forma íntegra a la asociación Edukaolack, para seguir financiando un centro juvenil construido en Sibassor en 2015.

Cuatro mil kilómetros en bicicleta en 45 días

Juan Antonio Sánchez nos espera en una cafetería ubicada en el centro de Murcia, junto al yacimiento arqueológico de San Esteban. Su bicicleta —que le acompañará en esta travesía— es de un curioso color amarillo. Es su seña de identidad, su emblema, como lo es su filosofía de vida interconectada a sus acciones de cooperación y a su proyecto empresarial. En ella lleva todo lo necesario para esta aventura que será costeada de manera autosuficiente.

Al hablarnos de los retos que se le plantean en el camino insiste en una actitud mental positiva: «el tema no es estar en forma física, sino tener en forma el trasero y la cabeza. El trasero porque te va a doler mucho al principio y la cabeza para no venirte abajo, ya que tu cuerpo te boicotea para que no salgas de tu zona de confort», aclara sonriendo.

«El viaje no es difícil, pero lleva a la gente al extremo, por el cansancio, la lluvia, porque puedes encontrar una cuesta arriba cuando te flaquean las fuerzas, hace frío, llevas los pies mojados, anochece, no encuentras un sitio para acampar, te da el bajón», afirma.

Su intención es dormir en tienda de campaña, en acampada libre, pero también tiene un par de webs localizadas que ponen en contacto a viajeros en bicicleta con personas que prestan su casa en ruta para una ducha o para el descanso: «en Murcia he acogido a muchas personas, porque la ruta a Senegal es muy concurrida, y conectas con ellas por las cosas que se tienen en común. Se entiende la rutina de lo que es un viaje en bici», asegura.

«Esta asociación fue creada en Murcia por unos amigos, uno de ellos senegalés, un ejemplo de cómo la cooperación internacional puede iniciarse desde un pequeño gesto, sin pasar necesariamente por donaciones o voluntariados de grandes organizaciones»

Realizadas las dos primeras etapas junto a otros ciclistas, abordará esta aventura casi en solitario hasta llegar a Mauritania. Allí se reunirá con un amigo para pedalear los últimos kilómetros: «Salva viajará en avión desde Murcia para llevar una bicicleta que hemos construido en mi taller con piezas reutilizadas y donadas; Blue Bird —como ha sido bautizada— es una bici 100% reciclada para uso de los profesores del centro», añade.

¿Por qué Senegal y Edukaolack?

Sánchez relata que en el verano de 2014 estuvo tres semanas de voluntario en el centro juvenil que Edukaolack estaba construyendo en Sibassor. «Esta asociación fue creada en Murcia por unos amigos, uno de ellos senegalés, un ejemplo de cómo la cooperación internacional puede iniciarse desde un pequeño gesto, sin pasar necesariamente por donaciones o voluntariados de grandes organizaciones», sostiene.

«En la actualidad, Edukaolack se ha vuelto imprescindible para los habitantes de Sibassor gracias a un centro juvenil donde se puede acudir a hacer los deberes, aprender idiomas, recibir apoyo escolar o merendar.El dinero recaudado va destinado a mantener el centro y la guardería, que ya está funcionando, donde muchos niños de la aldea acuden a hacer sus deberes, a aprender inglés o francés, cantar o bailar. También se les da una merienda que completa su nutrición. Es importante que tengan un lugar para el estudio, ya que en sus casas no es posible. Y, por otra parte, sirve para descargar un poco a la mujer del cuidado de los niños».

«Al final la educación es fundamental. Puedes construir una fábrica, puedes enseñarles a pescar, pero la mejor herramienta es la educación. De esta forma, si das herramientas, si dominan idiomas y tienen ciertas habilidades, el día de mañana ellos podrán elegir. La educación es el objetivo de Edukaolack».

La iniciativa ‘Senegal a pedal’

El director de Hospital de Bicis asegura que en Senegal recibió una «hospitalidad infinita: fue mi primer contacto con el África subsahariana, me sentí acogido. Pasé el verano haciendo cemento, llevando ladrillos, arreglando las bicis de los niños de la aldea y conociendo gente y zonas maravillosas. Así que quería hacer algo para continuar financiando este lugar y ayudar en la educación y formación de los jóvenes y niños de la aldea», aclara.

La primera vez que viajó hasta Sibassor lo hizo con las herramientas que había comprado gracias a las donaciones: “la gente en mi taller se puede llevar piezas usadas y dejar una donación que se utiliza para otro propósito. Con el dinero compré herramientas y añadí repuestos todavía reutilizables. Mi intención era montan un hospital de bicis para la gente de la aldea. Sin embargo, cuando llego con mi idea de arreglar el mundo y las bicis veo que nadie va en bicicleta. Pasan tres días y nada. De pronto vi a un niño con su bici e intenté contarle que haríamos un taller de reparación esa tarde y estaban todos invitados”.

Finalmente, consiguió explicar su proyecto a los aldeanos y ayudado por otros voluntarios se instaló en la escuela un taller. Esto, sin embargo, generó varios problemas porque la gente comenzó a exigir su derecho a la reparación de la bicicleta: «para nosotros acabó siendo una obligación y ahí falló el tema de regalar las cosas, porque le estás restando valor. Entramos en una dinámica muy peligrosa y quizá hubiese sido mejor algún tipo de trueque o el pago de una pequeña cantidad. Aunque algo no tenga precio no quiere decir que no tenga un valor», considera.

El médico de bicicletas

El recuerdo que Juan Antonio Sánchez guarda del país senegalés es magnífico: «me llamaban doctor de bicis —Docteur de vélo o Médecin de vélo— y era muy gracioso. Antes de volver a España regalé las herramientas y las piezas a un hombre que tenía un pequeño puesto para arreglar bicis y motocicletas. Al final pude cumplir esa idea inicial de hacer un taller mejor, aunque no era el objetivo original».

Asegura que ahora vuelve con las ilusiones renovadas para «ver el centro construido».

«¿Qué crees que va a inspirar su viaje?», pregunto.«Va a provocar que mucha gente reflexione y cambie un poco, en la medida en que lo haga su conciencia, sobre la proximidad de África y de otros lugares. Si yo puedo ir a Senegal en bicicleta, tú puedes ir al trabajo en bici», sostiene.

'Blue Bird', la bici 100% reciclada para uso de los profesores del centro

‘Blue Bird’, la bici 100% reciclada que se sumará a la ruta en Nuakchott(Mauritania) para llegar a Senegal.

Pero esta no es la primera vez que viaja en solitario. Hace un par de años estuvo en Cabo Norte: «en la zona más al norte de Noruega, es el Círculo Polar. Allí hay un lugar de peregrinación de moteros y encontré a un señor que llegaba desde Suiza en tractor, mientras yo había recorrido 6.000 kilómetros en bici. Creo que hay que tomar conciencia de que se puede ir a cualquier sitio en bicicleta y, en este sentido, conseguir que la gente cambie su mentalidad».

La filosofía de Hospital de Bicis

Juan Antonio Sánchez aprendió a reparar bicicletas en centros sociales de Madrid, donde hacía voluntariado. En muchas ocasiones «los espacios donde se establecían los talleres eran centros culturales; otras, casas ocupadas, sitios muy diversos. Recogíamos piezas en los talleres y todo el material se clasificaba. Un día a la semana la gente venía a hacer autorreparación de sus bicis, con tutores que enseñaban cómo hacerlo. En otros países como Italia o Francia es una práctica consolidada pero en España se considera todavía como algo marginal», sostiene.

«Aprender allí mecánica era como aprender medicina en el frente. Tenías que pensar mucho, usar cosas de tu alrededor, nunca estaba el comodín de la pieza nueva, tenías que adaptarte, aprendías a reparar, no a cambiar», explica.

Después de su estancia en Madrid viajó a Berlín, donde esta práctica también se ha extendido, y más tarde regresó a Murcia con la idea de montar un Hospital de Bicis, una tienda y un taller, pero «echaba de menos el clima de colaboración que se genera en torno a la bici, entre personas que, a veces, no tenían recursos o aquellas que, simplemente, querían aprender a reparar o, incluso, ayudar a otros: monté una zona, otro banco de trabajo con herramientas recicladas para que la gente las usase de forma gratuita. Así surge Quirófano 2», comenta.

Sánchez considera que esta fórmula no supone la pérdida de clientes y, si ocurre, no es significativo: “en todo caso los ganas porque mandas un mensaje de que es un sitio guay. A Hospital de Bicis acuden personas que intentan reparar la bici, compran las piezas, las montan, las donan. Aunque me haya constado mantenerlo creo que ha entrado más de lo que he dado”, constata.

Esa autorreparación y el asesoramiento ha permitido fidelizar clientes y, a la vez, “es un altavoz de difusión: ha sido genial el efecto que eso ha tenido en el negocio”.

«¿Se ha creado una red de intercambios de piezas entre los propios usuarios?», surge en mi cabeza esta cuestión. «Sí —afirma—. La gente que sabe que allí hay piezas usadas viene a utilizarlas o a donarlas. Hay un bote solidario que se utiliza para ayudar. Por ejemplo, recientemente hemos colaborado con una asociación a la que la Policía Nacional ha regalado 70 bicis para inmigrantes o personas que no tienen medios. Las hemos reparado en la parte de quirófano».

Acciones para potenciar el uso de la bicicleta en las ciudades

Cuando hablamos de la implicación emocional para el usuario, de la existencia de feedback positivo o de experiencias sociales ligadas a la movilidad urbana en bicicleta, Sánchez aclara: «lo que yo hago no es únicamente vender bicis; esto tiene una parte de compromiso social, medioambiental; compartes tu visión y haces amigos a los que animas a que vayan al trabajo en bici. Surgen relaciones personales a través de este trato», añade.

Asegura que no es demasiado optimista sobre el uso de la bici en la ciudad: «el patinete ha desbancado el uso de la bici y, al mismo tiempo, genera enemigos. La gente mete en el mismo saco al que va en patinete y al ciclista porque invaden la acera. No se puede ir por la acera. Nos ha creado muchísimos enemigos entre los peatones y cuesta mucho más cambiar la visión de alguien sobre los aspectos positivos de circular en bici. Creo que se ha desinflado el boom de la bici que había hace cuatro o cinco años».

Considera, no obstante, que entre los jóvenes hay más aceptación, «porque para los niños y los adolescentes la bici es la libertad, te puede llevar a cualquier parte», concluye.

Haciendo gala de un carácter desenfadado y con una eterna sonrisa, Juan Antonio Sánchez se despide amablemente. En su bici amarilla, símbolo de energía, de felicidad, de optimismo, observamos cómo su figura se difumina a lo lejos, entre el tráfico de Gran Vía.


Donaciones al proyecto Senegal a Pedal en el siguiente enlace