La movilidad sostenible desde la perspectiva de género

Aunque el número de desplazamientos al año es similar entre hombres y mujeres, no lo es la forma de hacerlos. Para llegar a la movilidad sostenible, hay que situarse desde las necesidades en base al género

Entender porqué es necesario un análisis de la movilidad sostenible desde el género es tan simple como apreciar que no todas las personas nos desplazamos igual. La forma de hacerlo varía según sexo, edad, diversidad funcional, capacidad económica y una gran amplitud de factores psicosociales. Esta perspectiva de género nace a raíz de la percepción de la obsolescencia de los sistemas de movilidad. Tradicionalmente, la movilidad se trazaba en base a patrones de desplazamiento androcéntricos, es decir, según quienes tienen mayor facilidad de acceso al vehículo privado y quienes en mayor grado realizan el desplazamiento a centros de trabajo: los hombres.

Según el estudio Women4Climate A gender perspective in urban mobility —un caso de estudio de Barcelona que nos sirve de paradigma para las ciudades en las que hay un interés gubernamental hacia las políticas de desarrollo sostenible—, un 13% de los hombres hombres usa el coche privado para sus desplazamientos, esta cifra baja al 5% en el caso de las mujeres. El 10% de los motoristas son hombres frente al 5% de mujeres. El uso de la bicicleta es del 4% para hombres y del 1% de mujeres. Los porcentajes crecen en el desplazamiento a pie: un 57% y un 47% de mujeres y hombres respectivamente caminan para ir o volver de su trabajo. En cuanto al transporte público, las mujeres superan porcentualmente a los hombres: un 31%, frente a un 25%.

¿Qué es la perspectiva de género interseccional en la movilidad sostenible?

«Una movilidad sostenible no puede perpetuar desigualdades sino, no es sostenible». Julia Pineda y Júlia Gomar son arquitectas del colectivo Crearqció. Entienden que la perspectiva de género en movilidad es una mirada ampliada hacia el espacio público: «Muchos de los problemas en las ciudades derivan de separar entre movilidad, espacio público y usos. Cuando amplías la mirada con perspectiva de género, visibilizas quiénes son las usuarias del espacio público, en qué condiciones lo hacen y quién lo usa y quién no».

Pineda y Gomar prefieren hablar en términos de perspectiva feminista: «cuando das el salto a la perspectiva feminista te das cuenta del modelo canónico que se estaba proyectando en la movilidad y en el urbanismo en general. Un urbanismo que se centra el varón blanco, heteronormativo, que no valora que no todas las personas tienen las mismas necesidades de movilidad ni las mismas capacidades. La movilidad se ha proyectado para ser eficiente en un desplazamiento vinculado al trabajo, al centro de estudio o a los centros de negocios. La ciudad es concebida según zonificaciones que conectan puntos y barrios concretos, elegidos según el modelo de vida hegemónico, pero que por ello, crean vacíos de conexión».

Julia Pineda y Júlia Gomar son arquitectas del colectivo Crearqció.

Julia Pineda y Júlia Gomar son arquitectas del colectivo Crearqció.

Dicho de una forma llana, la ciudad es proyectada para un modelo productivo de vida muy estandarizado, que no considera que las necesidades de desplazamiento de una mujer joven con dependientes a su cargo, sin un trabajo habitual en un centro concreto y sin vehículo propio, son muy distintas a las de un varón que va y vuelve de su oficina en coche privado.

«El acceso al vehículo privado no es un acceso democrático. Las estadísticas dicen que las mujeres tienen menos acceso al vehículo privado que los hombres, que en caso de que haya un coche en la casa lo conduce el hombre. Además, tienen menos acceso al trabajo regular y son las que mayoritariamente se encargan de los cuidados. Las teorías de la perspectiva de género indican que los desplazamientos vinculados a los cuidados no son lineales como el de vivienda-trabajo-vivienda. Antes de volver a casa has pasado a hacer la compra, a recoger a los niños, a ver si tu madre está bien… entonces se produce un gráfico que muestra que los desplazamientos de vida urbana son en muchísimos zigzags».

Sara Ortiz Escalante es parte del colectivo barcelonés de urbanismo feminista Col·lectiu Punt 6. Para ella esta forma de abordar la movilidad significa «analizar cómo condiciona el género y variables identitarias —edad, la etnia, la diversidad funcional etc.— en el derecho de uso de la ciudad. Estas variables de manera cruzada se convierten en opresiones. Implica analizar cómo se da el sexismo, la homofobia o el racismo en los sistemas de movilidad en la ciudad. Además de analizarlas, pretendemos transformarlas para cambiar el sistema capitalista, patriarcal y racista que perpetúa estas desigualdades».

«La ciudad es proyectada para un modelo productivo de vida muy estandarizado, que no considera que las necesidades de desplazamiento de una mujer joven con dependientes a su cargo, sin un trabajo habitual en un centro concreto y sin vehículo propio».

«Los datos recogidos desde hace décadas indican que las mujeres tenemos una movilidad sostenible, porque en la mayoría de territorios nos movemos a pie o en transporte público. Además, nuestra movilidad es más compleja ya que al estar representadas en distintas esferas de la realidad cotidiana, por un lado trabajamos productivamente, de forma remunerada, y por otra parte continuamos siendo las que mayoritariamente desarrollamos el trabajo doméstico y de cuidados. Dedicamos 2,5 veces más tiempo a los trabajos de cuidados que los hombres, y somos entre el 70% y el 90% de las personas cuidadoras. Muchos de estos desplazamientos son para el cuidado y transporte de dependientes, por lo que es una movilidad de interdependientes».

Julia Pineda y Júlia Gomar distinguen entre dos esferas de planeamiento: la metropolitana y la de barrio. «En la de barrios se dan unos tiempos no vinculados a la producción y a la funcionalidad. De ahí nace la posibilidad de la creación de comunidad, una reivindicación de una movilidad lenta, amable. Si te desplazas entre barrios a pie, es más fácil que puedas saludar, conocer al tejido comercial, crear una red de apoyos y cuidados. Hay una dicotomía entre lo funcional y lo que queremos cualitativamente a la vida urbana, pero la movilidad se tiende a justificar desde lo cuantitativo, la reducción de emisiones de CO2, que es esencial, pero hay más. hay una reivindicación de la cultura de la escala humana de encuentros, tiempos y acontecimientos».

Género y movilidad según Marta Serrano, la nueva gerente de la EMT

La movilidad desde la perspectiva de género se entiende tanto desde las usuarias como desde las trabajadoras. Colectivos como Mujeres en Movimiento España apuntan que en la Unión Europea hay un evidente sesgo de género en el sector del transporte: menos de un 25% de los puestos de trabajo están ocupados por mujeres. Esta cifra desciende al 14% en el sector del transporte terrestre, y a menos del 6% en las posiciones de liderazgo. En España, la mayor parte de las empresas de transporte cuentan con menos de un 10% de mujeres en el equipo de trabajo y con tasas del 2 y del 3% en posiciones masculinizadas como los talleres de mantenimiento o los puestos de conducción. Según Mujeres en Movimiento, esto impone una perspectiva androcéntrica del espacio público, de la movilidad y la logística urbana.

Marta Serrano, nueva directora de la EMT de València.

Una de las mujeres que integran el bajo porcentaje de puestos de responsabilidad es la nueva directora de la EMT Valencia, Marta Serrano Balbuena. Marta fue directora de Comunicación y Consultoría de EMT Madrid entre 2015 y 2019, y posteriormente ocupó el cargo de jefa de operaciones de EMT Fuenlabrada. En algunas de las entrevistas publicadas al respecto, destacan como dato principal que es la primera mujer que la dirige en 35 años —también lo fue de la EMT en 70 años de historia—. Considera al respecto que «es importante visibilizar que uno de los grandes problemas que tenemos en la movilidad, es que está muy masculinizado. Ya desde pequeñas se hace una separación por géneros en la que nos dicen que los coches, los camiones, para niños, y las niñas somos de muñecas y cocinas. No nos vemos en este tipo de trabajos porque no hay referentes».

Podríamos hablar del ‘efecto Gambito de dama‘: cómo un producto audiovisual de gran consumo, de alcance popular, ha influido para que las mujeres se interesen por el ajedrez, también fuertemente masculinizado. Necesitamos ejemplos visibles para que las desigualdades derivadas de la separación entre actividades masculinas y femeninas se diluya.

La EMT cuenta con un plan de igualdad en el que se establecieron unas cuotas del 25%. Una de las responsabilidades de Serrano, será actualizar el plan para avanzar en la igualdad dentro de la Empresa Municipal de Transportes. El plan vigente tiene la misión de que se hagan efectivas medidas concretas para para corregir las situaciones patentes de desigualdad de hecho de las mujeres respecto de los hombres.

En el año 2012, solo un 7% de la plantilla de la EMT eran mujeres. Las categorías laborales de alta responsabilidad, responsabilidad de sección y jefatura de equipo estaban integradas al 100% por hombres. El plan recoge un diagnóstico cualitativo en que se preguntó a una muestra formada por representantes del Comité de Empresa y representantes de la Dirección de Empresa si observaban que existían puestos en la empresa especialmente masculinizados. La respuesta mayoritaria fue «Sí. Tanto en el Área de Operaciones como Técnica la mayoría de puestos de trabajo están representados por hombres, debido fundamentalmente a los estereotipos culturales que han imperado en esta sociedad durante muchos años». Si bien a nivel interno no se observaba ningún tipo de barrera contra la incorporación de mujeres, el análisis cuantitativo arrojaba un número ínfimo de candidaturas de mujeres, en especial en las áreas que por estereotipos culturales, se asocia a una labor que desempeñan mejor los hombres.

«Para entender la movilidad desde la perspectiva de género, lo primero que tenemos que hacer es pensar en cómo se planifica. Históricamente se ha planeado considerando solo los viajes “importantes”, llamados movilidad obligada, que son los que van desde el trabajo y los centros de estudio, con unos patrones que son masculinos, pendulares. Viajes de ida y vuelta, que sin sencillos de estudiar, con horas puntas definidas. Pero las encuestas dicen que más del 50% de los trayectos son distintos, viajes cortos, casi siempre para la compra de productos necesarios, que forma parte de los viajes de cuidados. Lo primero que tenemos que hacer es estudiar los patrones de movilidad desde perspectiva feminista, porque la mayor parte de esos viajes cortos los hacemos las mujeres. No existe la igualdad en la carga de trabajo. Tras el estudio de los patrones, hay que alejarse de pensar mayoritariamente en el coche. En València, el uso del coche es del 23% y el resto de viajes se hace en otros medios. El reparto de la ciudad está muy escorado, aunque la percepción es que parece mayoritario, los datos dicen otra cosa, pero por la percepción se sigue planificando entorno al vehículo privado».

Movilidad Feminista en la Agenda Pública, una jornada para la reflexión y la colectivización

El colectivo Mujeres en Movimiento es una iniciativa global que persigue impulsar y articular liderazgos femeninos en la agenda de transporte y movilidad para alcanzar los Objetivos de Desarrollo sostenible. En noviembre de este año, realizaron el encuentro Movilidad Feminista en la Agenda Pública, un conjunto de ponencias que contó con la presencia de María José Rallo del Olmo, Secretaria General de Transportes y Movilidad, quien presentó la Estrategia de Movilidad Segura, Sostenible y Conectada del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Col·lectiu Punt 6 y Floridea di Ciommo explicando la Movilidad sostenible con perspectiva feminista y Hacia la equidad de género en el sector de movilidad y transporte, la intervención de Marta Serrano.

Esther Anaya adelantó para este medio la creación de esta iniciativa: «Somos una serie de mujeres que abordamos la movilidad en su amplitud y que queremos potenciar dos cosas: que las mujeres accedan a trabajos relacionados con la movilidad y poner en relevancia cuáles son las problemáticas a las que nos enfrentamos como mujeres usuarias. Activismo e intercambiar conocimientos».

«Es importante incrementar la participación activa de las mujeres usuarias en los órganos consultivos, tanto si se dan procesos participativos o mesas de movilidad. Los espacios de debate académico suelen ser también lugares muy masculinizados, donde existen dinámicas de mansplaining», responde Sara Ortiz ante la pregunta relacionada con los encuentros de estudio y análisis de la movilidad.

Para Marta Serrano es imprescindible «insistir en la necesidad de que haya mujeres en los congresos, en las charlas. Hay una tendencia a generar eventos en los que solo hablan hombres. Es importante crear una red en la que nos conozcamos entre nosotras y poder analizar los problemas que encontramos como mujeres en el sector de la movilidad».

La seguridad y su percepción como herramientas para potenciar la movilidad sostenible

«Las violencias machistas y el acoso sexual que se dan en el transporte público también condicionan nuestra movilidad, cómo nos movemos y a qué hora. La encuesta de seguridad ciudadana y victimización de 2017 recogía que el 25% de las agresiones/violencias que reportaban las mujeres habían sucedido en el transporte público», señala Ortiz. Para promover la movilidad en medios de transporte públicos, a pie o en bici, es necesaria una seguridad real y percibida, «que se entienda que las percepciones de miedo y seguridad que son diferentes por género. La movilidad tiene que integrar los seis principios de seguridad de las mujeres: señalización, saber adónde se está y adónde se va. Visibilidad, ver y ser vista. Concurrencia de personas, oír y ser oída. Vigilancia formal y acceso a la ayuda, poder escapar y obtener auxilio. Planificación y mantenimiento de los lugares, vivir en un ambiente limpio y acogedor y por último, la participación de la comunidad que actúa en conjunto».

Elementos como buena iluminación y señalización, sistemas de movilidad con protocolos de abordaje de las agresiones sexuales, programas de parada a demanda o información a tiempo real para tomar decisiones sobre la espera del transporte, contribuyen a que la ciudad sea percibida como segura, incentivando que las mujeres opten por el transporte sostenible frente al vehículo privado.

En Madrid, cuatro de cada diez mujeres aseguran haber sufrido algún tipo de acoso físico o verbal o haber sido agredidas mientras caminaban por la calle durante el día. Según la Encuesta de Violencia Machista del año 2016 elaborada en Cataluña, el 21% de las agresiones a mujeres en el espacio público se registraron en buses o metros.

En la macroencuesta Violencia contra la mujer 2019 elaborada por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, se registra que un 8% de las mujeres encuestadas sufrieron violencia sexual en el transporte público. La cifra aumenta claramente cuando solo se analizan grandes ciudades.

Respecto a la prevención del acoso en la red de EMT Valencia, Marta Serrano ha explicado que van a establecer las llamadas ‘paradas violetas’. «Son paradas a demanda, donde las usuarias salen por la puerta delantera. Además de esto, me gustaría implementar formación entre todo personal. La formación en temas de igualdad tiene que ser transversal y para toda la plantilla, si observas un problema en el bus y hablas con tu mando, pero este no sabe cómo actuar, no es efectivo». Regresamos a la idea de ser los ojos de la ciudad, de hacer el espacio público más seguro entre todas las personas.

No es (solo) cuestión de género, también lo es de autonomía​​

En la movilidad desde la visión feminista no solo se abordan las circunstancias que afectan directamente a las mujeres, también se hace respecto a brindar espacios y capacidad de autonomía a otros colectivos o personas dependientes. Como señala el informe de la Organización Internacional del Trabajo, El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado para un futuro con trabajo decente, las mujeres realizan el 76,2% de todo el trabajo de cuidados no remunerado, dedicándole 3,2 veces más de tiempo que los hombres. Si la movilidad sostenible se preocupa por la autonomía de los menores de edad, las personas con diversidad funcional o las personas mayores, la carga del trabajo de las mujeres se vería aliviada en gran medida, ya que las personas a su cargo podrían desplazarse autónomamente. La movilidad para ser sostenible ha de hacer que el derecho a la ciudad sea para todas y todos. La movilidad no es otra cosa que libertad.