Alejandro Carbonell

En la medida que conozcamos la realidad de las ciudades podremos transformar su futuro. Hablamos con Alejandro Carbonell, de Green Urban Data, una empresa que proporciona información ambiental a los organismos públicos, como dónde están las ‘islas de calor’ o cuáles son las áreas más saludables. A partir de ahí, las decisiones pueden ser mejores o peores, pero la información siempre facilita lo primero

Una entrevista de  con fotos de Kike Taberner

Conversaciones en la ciudad con Alejandro Carbonell de Green Urban Data

¿Dónde estamos? En la renovada biblioteca de Las Naves que, aunque no lo parezca, también tiene una relación directa con la movilidad. El camino hacia la sostenibilidad pasa por la ordenación urbana, pero también por el estudio previo para tomar decisiones mejores. Col·lab es una aceleradora pública que aglutina proyectos sociales, económicos y medioambientales con base de innovación tecnológica. Las startups reciben el apoyo del Ayuntamiento de València y, a la vez, se lo devuelven mediante la participación en proyectos metropolitanos, como el que estamos a punto de descubrir: una herramienta que recopila datos de satélites para analizar distintos aspectos ambientales de la ciudad.

¿Pero quién es él? Alejandro Carbonell es cofundador y CEO en Green Urban Data, una empresa emergente, centrada en el Big Data y la aplicación de las Green IT (Information Tecnology), que proporciona datos fiables a las administraciones en materia ambiental. Tras 12 años ejerciendo la Arquitectura, decidió apostar por la eficiencia energética como valor diferencial e impulsó, junto a José Miguel Ferrer, un proyecto de asesoría ‘verde’. Lo que en 2017 empezó siendo una aplicación web para planificar rutas saludables, se iría transformando en un software que desarrollan y comercializan para organismos públicos y, cada vez más, para compañías privadas con conciencia ambiental. «Nos dirigimos a los agentes que pueden tener un impacto real en el día a día de las personas», afirma.

Conversaciones en la ciudad con Alejandro Carbonell de Green Urban Data

«Creemos que el auténtico motor de cambio va a estar en la Administración. Ellos son los que tienen esa misión evangelizadora sobre temas de sostenibilidad»

La startup arranca como un plano abierto de las calles de València, donde se señalan distintos valores, como temperatura, vegetación o ruido ¿De dónde nace la idea?

Entramos en contacto con el tema de las smart cities y vimos que se estaba trabajando mucho en aspectos como la movilidad o el ‘buen gobierno’, pero se estaba dejando de lado el aspecto ambiental. Pensamos que estaría bien tener en cuenta estos indicadores para saber qué impacto tenían en la salud de la ciudadanía. Ya veníamos de un proyecto anterior en el que habíamos intentado hacer mapas de eficiencia energética a partir de los certificados de las viviendas, y eso era muy difícil. Esta vez buscábamos algo global, un sistema de recogida de datos que pudiéramos aplicar en cualquier ciudad del mundo, y el satélite se reveló como un gran aliado. El 98% de nuestra información proviene de él.

Después de esto, entrasteis en distintos programas de aceleración, como Lanzadera o Copernicus, y los mapas dejaron paso al asesoramiento de organismos públicos.

Cuando nos dimos cuenta de que la información que generábamos tenía un gran potencial, empezamos a sondear diferentes mercados. Pero al final creemos que el auténtico motor de cambio va a estar en la Administración, porque ellos son los que tienen esa misión evangelizadora sobre temas de sostenibilidad. Había necesidad de este tipo de iniciativas, y a la vista está que nos han ido contratando. A la misma vez, es algo que nos ha otorgado prestigio: que te compre un ayuntamiento mejora tu reputación, porque hay técnicos detrás que están valorando tu trabajo y diciendo que les resulta útil.

¿Os habéis encontrado con una predisposición política favorable al cambio?

Nosotros tuvimos una muy buena acogida, quizá nos ha faltado suerte. En 2017 y 2018 nos fue bien: empezamos trabajando con Alcoi, con Gandia, con Torrent… En 2019 hubo elecciones y la Administración se paralizó. Ahora nos estamos enfrentando a la pandemia de la COVID-19, pero también ha sido un detonante para darnos cuenta de que se necesita la información ambiental si queremos mejorar la calidad de vida de las personas.

Conversaciones en la ciudad con Alejandro Carbonell de Green Urban Data

Se ha hablado mucho de que las ciudades con peores niveles ambientales han sido las que mayor índice de contagio han tenido, pero no hay resultados concluyentes.

No se ha podido determinar, pero sí que nos hemos dado cuenta de otras cosas. En el momento en el que nos confinaron, todo empezó a volver a su sitio. La contaminación se redujo, había pájaros en las ciudades, en València se podía oler el mar… Comprobamos que bajar la actividad y reducir la presencia de automóviles en las ciudades provocaba una mejora evidente y muy a corto plazo. En apenas dos meses, los niveles de CO2 se desplomaron. Sabiendo esto, podemos empezar a aplicar medidas similares, lógicamente no tan a lo bestia. Porque en cuestiones ambientales, muchas veces nos queda la duda de si hacer el esfuerzo va a servir para algo: ahora tenemos la evidencia de que sí.

¿Cuál es el problema más urgente?

Empezar a reducir las emisiones de CO2. Suena a más de lo mismo, pero es el gas de efecto invernadero que más problemas nos va a traer, y tenemos gran margen de mejora para combatirlo si actuamos sobre la movilidad. A partir de ahí, racionalizar el consumo o cuidar de nuestros bosques, como medidas ncesarias. La Plataforma Española de Acción Climática decía que se necesita la renaturalización en todo el arco mediterráneo, porque hay déficit de verde y debemos mejorar la biodiversidad. Ojalá volvamos a ver animales dentro de nuestros ecosistemas, incluso en los centros urbanos, y logremos que vuelvan las abejas, porque son síntoma de salud dentro de un ecosistema.

Conversaciones en la ciudad con Alejandro Carbonell de Green Urban Data

«A veces nos queda la duda de si hacer el esfuerzo en termas ambientales va a servir para algo: después del confinamiento, tenemos la evidencia de que sí»

POLÍTICAS MÁS VERDES

Hemos visto como el Ayuntamiento de València se esforzaba por aumentar las zonas de arbolado, con la ‘renaturalización’ de la Avenida del Puerto o diseñando el Gran Corredor Verde VLC Sur. ¿Servirá esto para reducir los niveles de contaminación?

En su momento, hicimos un estudio sobre cómo el Parc Central de València había rebajado considerablemente las temperaturas en los barrios de Malilla y Ruzafa. Al estar pegados a las vías del tren, eran auténticas ‘islas de calor’. Cuando se termine el proyecto de manera definitiva, los vecinos de la zona van a experimentar una mejora increíble en su calidad de vida. ¿Renaturalizar los bulevares va a reducir los niveles de CO2? Puede que no. ¿Pero va mejorar la salud de los ciudadanos? Eso, sin duda. Y es interesante que la gente se quede con esa idea, porque cuando llevamos a cabo acciones ambientales, a veces perdemos la noción de quiénes son los beneficiarios. Pero si estas acciones se realizan en un contexto urbano, impactan de manera directa e inmediata en los ciudadanos.

¿València es una ciudad con una buena gestión ambiental?

Un aspecto muy positivo es la cantidad de información que recoge. Tiene una de las certificaciones más valoradas en cuanto a ‘ciudad inteligente’ y eso le obliga a cumplir con unos parámetros muy exigentes. Así que ha hecho su trabajo en recopilación de datos, y ahora solo se necesitan expertos que sepan interpretarlos, para extraer las conclusiones adecuadas. Nosotros creemos que no hay ciudades mal planificadas, sino ciudades que carecen de las herramientas adecuadas. En todo el mundo, los problemas ambientales se han tenido en cuenta de 10 años a esta parte, no antes. Así que estamos acostumbrados a trabajar con estadísticas de tráfico o datos financieros, pero no con estos indicadores.

 

Conversaciones en la ciudad con Alejandro Carbonell de Green Urban Data

¿La apuesta por la eficiencia ambiental conlleva también un ahorro económico?

Ser energéticamente independientes sería una solución a numerosos problemas. Hasta donde se pueda, claro. Una ciudad como València, con el clima que tiene, cuenta con muchas horas de sol aprovechables. El fotovoltaico lograría un ahorro considerable.

Las ‘islas de calor’ son una de vuestras especialidades, gracias al software que mide y monitorea la temperatura, ¿en qué medida nos ayudará identificar estas zonas?

Lo interesante del estudio de la ‘isla de calor’, que es un término que ya ha saltado a los medios de comunicación, es que nos ayuda a decidir sobre las políticas energéticas más convenientes. Normalmente, las zonas urbanas con concentración de calor tienen un alto consumo de energía, y si las identificamos, podremos actuar directamente en el foco del problema. Porque no nos engañemos: es un problema que irá a peor. El cambio climático provocará noches y días cada vez más calurosos. Habrá gente que se ponga el aire acondicionado para dormir y lo que hará es retroalimentar el problema. Otros no se lo podrán permitir, y eso no solo generará desequilibrio social, sino que afectará a su salud.

El centro de València no es una ‘isla de calor’, pero el barrio de Ruzafa sí, ¿por qué?

Es algo que depende de múltiples factores. Hay zonas del Cabanyal que, a pesar de las brisas marinas, también constituyen ‘islas de calor’. O ciertas urbanizaciones del Norte de la ciudad. En el caso de València, la zona centro tiene forma de avellana y el viento llega menos, así que hay más facilidad de que se aglutinen los contaminantes. Es interesante que en esas tramas urbanas más estrechas se restrinjan los coches, pero eso no tiene que ver con el calor. Uno de los elementos que más incrementa la temperatura es el asfalto recalentado y, como nuestras calles son de tradición árabe, gozan de mucha sombra, el pavimento está bien protegido y se conservan mejor el fresco cuando llega la noche.

¿La recopilación de datos actuará como palanca hacia la movilidad eléctrica?

Más bien, hacia la ‘movilidad saludable’. Si queremos reducir el impacto del coche, es una posibilidad que impulsemos el vehículo eléctrico, pero también es importante la intermodalidad, porque València tiene mucho coche debido a la cantidad de gente que viene desde el área metropolitana. La clave está en desarrollar acciones simultáneas.

Conversaciones en la ciudad con Alejandro Carbonell de Green Urban Data

«Dentro de muy poco, la conciencia ambiental no será un valor añadido en las empresas, sino una obligación si quieren seguir teniendo clientes»

EL FUTURO EN EL AIRE

Hablabas del potencial de la información ambiental, que también puede registrar consumos y distancias, o servir para hacer rutas eficientes y prevenir averías. ¿Son las empresas privadas vuestro siguiente gran mercado?

Estamos pensando en trabajar junto a ellas toda la parte de Objetivos de Desarrollo Sostenible, como la acción por el clima o las comunidades sostenibles. Queremos ayudar a reducir la huella hídrica y de carbono, porque ya no es una cuestión corporativa. Hay un Informe No Financiero, de obligada publicación para las empresas del IBEX 35, que puede acabar extendiéndose a todas las demás. En él se recoge la contribución ambiental, para que puedan consultarla los inversores, los trabajadores o los consumidores, y ya no sirve con hacer un rápido ‘greenwashing’. Dentro de poco, la conciencia ambiental no será un valor añadido para las compañías, sino una obligación si quieren seguir teniendo clientes.

¿En qué otros aspectos cotidianos puede verse implicada la tecnología ambiental?

Nuestra primera aplicación web pensaba mucho en el ciudadano de a pie, diseñando rutas para deportistas, alérgicos, personas con movilidad reducida… Esperamos que la Administración haga de intermediaria y, en algún momento, se pueda descargar desde el Apple Store. Luego, al hablar con los especialistas de cada sector, van surgiendo nuevas ideas. Desde colegios más eficientes, hasta acciones turísticas o empresas de seguros, y seguimos descubriendo posibilidades que ni imaginábamos. En este mundo, hablamos mucho de ‘cocinar los datos’. Dime que problema hay y te preparo una solución.

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Os servís de satélites, procesadores de datos y otros modelos predictivos, ¿de qué tecnología dispondremos en el futuro que aún no tenemos?

Pensamos que la Inteligencia Artificial va a ser uno de los mayores aportes. Estamos usándola para temas de arbolado y evaluación de servicios ecosistémicos. Podemos medir los beneficios que da un árbol: el nivel exacto de reducción de emisiones, ruido, captación del agua de lluvia, partículas contaminantes de coches. Pero necesitamos IA para implementar estas mediciones a un nivel mayor que abarque toda una ciudad.

El mayor desafío ambiental de las próximas generaciones será…

El tiempo, el corto espacio. Todo se reduce a 2030 y 2050. Tenemos que ir muy rápido porque hay una emergencia ambiental. Y las investigaciones son útiles, pero a veces se postergan durante meses. Luego está la incredulidad: nadie se cree que en 2050 se vaya a acabar el mundo. Pues resulta que a lo mejor seguimos viviendo, pero mucho peor.

Se ha llegado a acuñar el término de ‘refugiados climáticos‘: gente que se trasladará a  otras zonas del planeta huyendo de catástrofes, ya no humanas, sino ambientales.

Debido al cambio climático, cada vez hay más personas que tienen que salir de su país porque sus tierras no dan para la agricultura, o porque sufren condiciones meteorológicas extremas, como lluvias torrenciales. Estuve viendo una serie en la que los científicos se enfrentaban al reto de recolocar a las personas de una isla que iba a desaparecer, y claro, ¿dónde llevas a personas que han vivido en un lugar durante miles de años y logras que convivan con otras dispuestas a compartir sus recursos? Pues eso va a pasar en muchas partes de nuestro planeta, especialmente en el Hemisferio Sur, y más pronto que tarde.

Conversaciones en la ciudad con Alejandro Carbonell de Green Urban Data

5 cambios para la ciudad del futuro

1. La mejora de la convivencia

Ante el auge de modelos alternativos de movilidad, como son los patinetes eléctricos, o la consolidación de otros tradicionales, como la bicicleta, necesitamos que las nuevas maneras de moverse por la ciudad convivan de una manera  civilizada, también con los peatones. Esto es más evidente cuando comparten espacios a la hora de desplazarse, como el carril bici. Nos toca aprender a respetarnos.

2. El resurgir de los parques

Tiene que haber una apuesta importante por la creación de parques en los barrios o la mejora de los ya existentes. Son más importantes de lo que creemos, ya que constituyen el lugar donde podemos estar en contacto con la naturaleza sin necesidad de trasladarnos al campo. Gracias a nuestro clima, podemos disfrutar de muchas horas al aire libre, y tener un parque cerca aporta grandes beneficios a la salud.

3. Más energía renovables

València, gracias a su clima, es una ciudad con un gran potencial para la incorporación de energías renovables que ayuden a reducir nuestra dependencia energética. Esto nos permitiría rebajar la huella de carbono que tenemos como ciudad y convertirnos en un ejemplo de responsabilidad ambiental para el resto.

4. La calidad del aire

Para mejorarla, debemos reducir la presencia del coche dentro de nuestra ciudad o empezar a incorporar vehículos que no emitan CO2 ni partículas PM. Iniciativas como ‘la ciudad de los 15 m‘ pueden ayudar a lograrlo, pero es interesante empezar por la intermodalidad en toda el área metropolitana, causante de la mayor parte de los desplazamientos en coche, y aumentar los puestos de recarga del coche eléctrico.

5.- Reducir el efecto ‘Isla de Calor’

Este fenómeno es muy notorio en València y hace que la temperatura nocturna, en verano, sea hasta 5º mayor en las zonas urbanas que en las zonas rurales. Como consecuencia, además de un aumento del consumo de energía y emisiones de CO2, disminuye el bienestar y la salud de las personas que están expuestas a temperaturas muy altas. El cambio climático hará el problema más frecuente e intenso