Julia Furió
Diseñadora y ciudadana. Una voz que promueve el estilo de vida saludable y la alimentación plant based; que se opone al mal reciclaje y la sociedad del consumo por el consumo. Todo es consciencia y sostenibilidad en Julia
Una entrevista de Almudena Ortuño con fotos de Kike Taberner
¿Dónde estamos? En la Vía Xurra, conocida por quienes atraviesan los límites de la metrópolis. Una vía verde de la Comunidad Valenciana, que empieza en la ciudad de València y finaliza en la localidad de Puçol, surcando la comarca de l’Horta Nord de Norte a Sur. A su vez pertenece a la Vía Augusta, la calzada romana más larga de la Península Ibérica, que va desde los Pirineos hasta Cádiz y tiene cerca de 1.500 kilómetros. Es uno de los lugares favoritos de Julia, quien se crió junto a los campos de Benimaclet, pero ha elegido vivir en una casa de Albalat dels Sorells. Para entender la decisión, solamente hay que situarse aquí, donde la huerta valenciana se despliega a ambos lados del carril bici.
¿Pero quién es ella? Se define como «una diseñadora-ciudadana». Julia Furió cree que su profesión es «una herramienta para el cambio social» y, por ello, siempre encuentra un punto de conexión con su otra gran pasión: el medio ambiente. «Creo firmemente que el arte y la creatividad son convincentes y pueden moldear el mundo», anuncia. Ha ayudado a distintas marcas a practicar un branding sustentable y, actualmente, ejerce de técnico en el Centro de Educación Ambiental de la Comunidad Valenciana, pero su compromiso genuino está en el día a día. Hábitos de vida saludables, movilidad sostenible y el menor desperdicio posible. «No voy a comerme un salmón de Noruega o a comprar productos de China en Amazon, porque el cambio es una cuestión de conciencia global», reivindica.
«La silla en la que estoy sentada o la ropa que llevo puesta provienen de la naturaleza. Según se hayan diseñado, tendrán una mayor o menor durabilidad»
La conciencia de la que hablamos, ¿llegó antes o después de dedicarte al diseño?
Desde pequeña me han criado con unos valores de respeto por la naturaleza que he ido integrando, sobre todo estando en contacto con ella. Nací junto a la huerta, salíamos de excursión a menudo y teníamos una casa en el campo. Aunque parezca que el diseño no está conectado con el entorno, en realidad sí, porque la silla en la que estoy sentada o la ropa que llevo puesta provienen de la naturaleza y han sufrido proceso de reconversión. Según se hayan diseñado, tendrán una mayor o menor durabilidad, por ejemplo.
Ahora el ecodiseño es una tendencia en alza, pero no siempre fue así.
Estudié en la Escola d’Art i Superior de Disseny (EASD) de Velluters, donde me enseñaron a ser competitiva y a vender a costa de todo. Luego hice un Master en Integración de Sistemas de Calidad, Medioambiente y Riesgos Laborales en Barcelona, porque sentía que lo aprendido no estaba en sintonía con mis valores. Hace diez años era la rarita, pero poco a poco, todo se fue conectando. Empezaron a llegar proyectos de diseño que eran amables a nivel ambiental, desde una amiga con un restaurante vegetariano, a una agencia de viajes para personas con discapacidad… A día de hoy, creo que el diseño circular es la respuesta a prácticamente todos los problemas.
¿Cómo distinguimos a quién realmente está concienciado con el cambio ambiental de las personas que siguen la moda y las empresas que practican el greenwashing?
Hasta McDonald’s cambió su color corporativo por el verde, así que… Hay que leer la letra pequeña, tener mucha curiosidad y preguntar al máximo. Cuando navegas una web, enseguida percibes cuando la sostenibilidad forma parte del core de la empresa o es un simple parche para quedar bien. En este caso, tienen un apartado con cuatro cosas sin demasiada profundidad. También están las certificaciones y las etiquetas, pero no es igual un sello Ecolabel que unas letras ‘Bio’. Todavía falta recorrido en materia de regulación.
«Hay que leer la letra pequeña y preguntar al máximo. Cuando navegas una web, enseguida percibes cuando la sostenibilidad forma parte del core de la empresa»
Entonces, ¿crees que las certificaciones ecológicas tienen una utilidad real?
Hay certificaciones en las que pagas para que te den un sello; esas no, Se ve muy claro en el caso de la alimentación ecológica, donde algunos agricultores no tienen la etiqueta simplemente porque no se la pueden permitir. Sin embargo, si tienes trato directo con el productor y conoces su forma de trabajar, tienes la mayor garantía. También hay otros asuntos mal aprendidos, como el tema del plástico y el cartón. El primero no es malo per sé, depende del uso, y el segundo puede ser mucho peor, sobre todo si es de usar y tirar.
Cada vez más, los ciudadanos estamos comprometidos con hábitos de vida que sean saludables y sostenibles, ¿cuándo decidiste hablar de ello en tus redes sociales?
Cuando entendí que las personas aprendemos por imitación. Vemos algo que nos llama la atención, pensamos ‘qué guay, yo también puedo hacerlo’ y, finalmente, lo integramos en nuestro día a día. Desde ir a comprar con un tupper, a poner una botella de plástico en la cisterna para ahorrar un litro de agua. Son tonterías, pero nos sorprenderíamos de los efectos a nivel ambiental. Claro que hacía las cosas mal cuando era joven: todos los fines de semana me compraba ropa y me movía en moto por la ciudad. Pero hubo un punto en el que sentí que cabeza y corazón no estaban alineados, nos pasa a todos.
Y ahora, ¿cómo te desplazas habitualmente por la ciudad?
En bicicleta, alguna vez en transporte público. Curiosamente, me he tenido que comprar un coche para ir a trabajar al Centro de Educación Ambiental, porque está en medio de la Marjal dels Moros y no hay transporte público. Hay trabajadores de centros comerciales o polígonos industriales con el mismo problema. Así que me parece muy importante que impulsemos los Planes de Desplazamientos de Empresa (PDE) para modificar los hábitos insostenibles de los trabajadores y fomentar usos que reduzcan el tráfico. Desde mayo de 2006, se han decretado algunas zonas de protección especial y los centros de trabajo con mas de 500 empleados deben poner en marcha estas estrategias de forma obligatoria.
Tienes una postura particular en cuanto a los vehículos eléctricos.
Lo que digo es que no vale cambiar una cosa por otra si seguimos consumiendo al mismo ritmo. El coche eléctrico no es la solución ideal para la movilidad sostenible porque solo responde de manera parcial a los grandes problemas. Si no cambias el hábito de que viaje una sola persona por vehículo, no tiene sentido. Además, su fabricación implica otras formas de contaminación y traslada la dependencia del petróleo a otros recursos no renovables, como el cobalto o el litio, cuyas condiciones de extracción son insostenibles.
«El coche eléctrico no es la solución ideal si no cambias el hábito de que viaje una sola persona por vehículo, o si trasladas la dependencia del petróleo al cobalto o el litio»
Es como hablar de sostenibiliad y seguir comprando ropa low cost.
Claro, es una cuestión de conciencia global. H&M ha dicho que en 2030 todo su algodón será orgánico, ¿pero de qué sirve este cambio si presentan cuatro colecciones al año? En las redes sociales veo a mucha gente que habla de alimentación sostenible, pero luego utiliza un trapo de Ikea o una camiseta de Inditex. En un momento dado, yo decidí no comprar en ciertos comercios y me asocié a Som Alimentació o Som Energia. El cambio es gradual, pero debe ser coherente y alcanzar la cosmética, el mobiliario, la comida…
¿Y qué hacemos con quien no puede pagar una camiseta orgánica de 20 euros?
En realidad no hablamos de productos más caros, sino de productos a un precio real. En los productos más baratos, las externalidades las están pagando otras personas por ti. Es imposible que una camiseta cueste un euro si atendemos a la materia prima, la mano de obra y el transporte. Quizá conviene apostar por marcas que hagan las cosas bien, aunque nos compremos una camiseta en lugar de cuatro, porque además nos durará más tiempo. Estamos asistiendo a una crisis de valores en la que no tenemos en cuenta el trabajo artesanal. Si apostamos por la precariedad laboral, generamos un círculo vicioso.
La sostenibilidad pasa, también, por la alimentación. ¿Eres vegetariana?
No. Consumo muchos vegetales, tengo una pequeña huerta y compro directamente a los productores. Sigo una dieta plant based, fijándome en la temporalidad de las frutas y las verduras, pero también como carne. Intento que no sea mucha, siempre de calidad y me fijo en que no esté envasada, porque en los supermercados puede llevar el sello ‘eco’ y venir desde muy lejos. En el caso del pollo, apuesto por las granjas de proximidad y, si es ternera o cordero, por los proyectos de pastoreo, que además ayudan a la regeneración del medio ambiente mediante la trashumancia. Si los encuentras, eres fiel para siempre.
También tienes una postura muy crítica con el sistema de reciclaje de Ecoembes.
No es que esté en contra del reciclaje, pero me parece una chapuza. La solución está en consumir menos envases. Conforme está montado el sistema actual, los ciudadanos nos limitamos a separar los residuos y ponerlos en diferentes contenedores. Luego, la basura viaja una barbaridad. En las plantas, hay mucha que no se puede reciclar por la mezcla de materiales, como los bricks de leche o las cápsulas de café, por lo que termina enterrada o sigue viajando. Me parece un ciclo absurdo, del que una empresa se está lucrando, pero que no funciona. Lo que haría falta es un sistema de retorno de los envases (SDDR).
«No es que esté en contra del reciclaje, pero me parece una chapuza conforme está montado. La solución está en consumir menos envases»
A menudo cargamos toda la responsabilidad ambiental en el ciudadano, ¿qué parte le corresponde también a los gobernantes?
Los consumidores tenemos un poder enorme al decidir dónde invertimos nuestro dinero: ser curiosos e informarnos bien forma parte de nuestra responsabilidad. No entiendo a la gente que tiene hijos y no cuida ciertas cosas. El papel de la Administración es hacer leyes que favorezcan los hábitos sostenibles y que calen en el consumidor. Se aprecia en el ejemplo del reciclaje, donde nosotros ejecutamos lo que ellos han decidido. Pero los proyectos con prisma ambiental están ahí: solamente debemos copiar y aplicar.
¿Cómo quieres que sea la educación ambiental de tu hija?
Mi hija se está criando en la huerta. Tiene año y medio, pero a los pocos meses ya jugaba con la tierra del patio. Me parece básico ese contacto con la naturaleza y los animales, sin obsesionarse con la limpieza de los niños, porque los microbios son naturales para su sistema inmunitario. A nivel espiritual, me gustaría que mi hija no tuviera miedo. Nació en tiempos de pandemia, pero no quiero que viva con temor. Y cuando llegue al colegio, que le inculquen valores de respeto y de curiosidad por el entorno. Incluso una parte de inconformidad para cambiar aquellas cosas que no le gustan.
¿Y si nos despedimos con tres recomendaciones culturales con conciencia ambiental?
Estoy enganchadísima al podcast ‘Diseño Circular’ de Marynes Rojas. Me lo pongo al volver del trabajo y es de lo mejor que hay. ‘La memoria secreta de las hojas’ es uno de los últimos libros que me leí antes de la maternidad, pero en cuestiones específicas de economía circular, creo que recomendaría ‘De la cuna a la cuna: rediseñando la forma en la que hacemos las cosas‘. Ah, y como documental, ‘Demain’ (‘Mañana’). Me sorprendió ese tono optimista, hablando de distintas iniciativas probadas en otros países del mundo.
5 cambios para la ciudad del futuro
1. Más y mejores carriles bicis en el área metropolitana
Una tarea pendiente para la Administración de Valencia es que los pueblos de alrededor de la ciudad tengan carril bici para desplazarse entre ellos. Solo hay que fijarse en l’Horta Nord, concretamente en la antigua carretera de Barcelona, donde se forman largas colas de vehículos. Si se ofreciera una alternativa para los vecinos de estas pedanías, más respetuosa con el entorno y con las personas, por lo menos se aligeraría el numero de turismos.
2. Decrecimiento y autocontención
En un mundo con un modelo de producción y consumo tan agresivo para el medio natural, la regresión y la autodestrucción son dos riesgos muy próximos y de extrema gravedad. Necesitamos un cambio más profundo acerca de cómo nos relacionamos con el planeta. Necesitamos conciencia ciudadana en las acciones cotidianas e individuos autocríticos con el impacto que generan. Hay que plantearse la ‘autocontención, no es suficiente cambiar una cosa por otra, como el coche de motor por el eléctrico, si seguimos consumiendo al mismo ritmo.
3.Planes de Desplazamientos de Empresas (PDE)
Debemos reflexionar sobre la forma en la que vamos al trabajo a mayor escala. En España ya tenemos una herramienta especifica para ello, el PDE, pero la realidad es que se necesita la implicación de los altos cargos para que estas iniciativas funcionen y no sean una simple imposición al empleado/a. Un auténtico proyecto de empresa para mejorar la movilidad laboral y limitar los trayectos individuales en coche, fomentando el uso del transporte público, la bicicleta o el coche compartido, junto a fórmulas que favorezcan el teletrabajo.
4. Mapa de la Movilidad
En la línea del punto anterior, elaborar mapas puede ser una herramienta útil en entornos empresariales. Solo hay que colgarlo en un lugar visible de la oficina y, con chinchetas de colores, marcar las viviendas de cada trabajador/a, las líneas de transporte público, los carriles bici… De repente se verán islas, personas alejadas o personas cercanas; mucha información de un solo vistazo, que acaba por favorecer soluciones sobre quienes pueden compartir coche, ir en bici o teletrabajar.
5. El Peaje Inverso
Se trata de un sistema que se aplica en Róterdam (Países Bajos) desde 2009. Consiste en pagar un peaje para que la barrera se levante y continuar el trayecto, pero retribuir al conductor en caso de que decida no atravesarla. En caso de renunciar al vehículo en hora punta y efectuar el trayecto en otro momento; o si en cambio recurrimos al transporte público, al coche compartido o a la bici; se recibe un importe de 3 a 3,50 euros como compensación por cada desplazamiento. El incentivo también puede ser reembolsado en bonos para el transporte público.