Reducir la dependencia del automóvil y duplicar el uso de la bicicleta hasta 2030 constituyen la principal meta que se han propuesto alcanzar 56 países europeos, entre ellos España, con el doble objetivo de reducir el cambio climático y mejorar la salud.
La voluntad política de conseguirlo se plasmó en una declaración (no vinculante) adoptada al término de una reunión ministerial y telemática del Programa Paneuropeo de Transporte, Salud y Medio Ambiente (The PEEP, abreviado en inglés), lanzado en 2002.
«Al adoptar la Declaración de Viena, nos comprometemos a asumir el liderazgo para (…) hacer que nuestros sistemas de movilidad y transporte sean respetuosos con el clima, limpios, seguros y promuevan la salud», explicó la ministra austríaca de Medio Ambiente, la ecologista Leonore Gewessler, en una rueda de prensa virtual al término del foro de cinco días.
Hans Kluge, director para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aludió al efecto nocivo del sedentarismo, propiciado por el automóvil, y las ventajas de una «movilidad activa».
«En una región en la que un asombroso 70 % de todas las muertes se debe a enfermedades no transmisibles como el cáncer, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, las políticas de transporte y urbanas desempeñan un papel fundamental en la configuración de la salud, para bien o para mal», recordó.
Además de medidas para «aumentar significativamente los desplazamientos seguros a pie y en bicicleta», también se prevé mejorar también el tráfico ferroviario y el transporte público.
La bici como llave maestra
Pero, sobre todo, el ciclismo se plantea como clave para la movilidad urbana, y, en este contexto, Gewessler abogó por «aprovechar» el auge actual que tienen las bicicletas, cuyo uso se ha disparado en muchos lugares durante la pandemia del coronavirus.
Así, los ministros redactaron una hoja de ruta llamada «Plan Paneuropeo para el Fomento del Uso de la Bicicleta» para «desarrollar la infraestructura del transporte ciclista».
El objetivo es que «hasta 2030 se dupliquen los kilómetros recorridos en bicicleta por los europeos», precisó Gewessler, que calificó el plan «pionero» como «hito histórico».
En resumen, se trataría de matar varios pájaros de un tiro con la fórmula relativamente sencilla que consiste en menos automóviles y más movimiento físico a la hora de desplazarse.
Con ello, se lograría reducir al mismo tiempo «la contaminación atmosférica, las emisiones de gases de efecto invernadero, la inactividad física, muchas enfermedades no transmisibles, y la desigualdad social en el acceso al transporte y la movilidad», subrayó el ministro austríaco de Sanidad, Wolfgang Mückstein.
Beneficios económicos
Para lograr los objetivos, se requerirá «movilizar recursos financieros» y que las autoridades locales integren «el uso de la bicicleta en las políticas sanitarias, las infraestructuras y la planificación del uso del suelo».
Aun así, según los cálculos en los que se basa el plan, todo redundaría en un claro beneficio económico.
Además de reducir las emisiones de CO2 en unas 8 millones de toneladas, bajar la contaminación atmosférica y el ruido, y evitar en toda Europa unas 30.000 muertes prematuras, se calcula que duplicar el ciclismo aportaría un beneficio económico de unos 260.000 millones de euros al año en toda Europa.
La mejora en la salud ciudadana reduciría las bajas laborales y los costes del sistema sanitario, lo que redundaría en unos ahorros de 85.000 millones de euros anuales, sin contar los derivados de una prevista reducción de los accidentes de tráfico, que hoy cuestan unos 7.900 millones de euros anuales.
Se prevén además efectos positivos en el campo laboral, basados en que ya ahora la economía del ciclismo asegura 750.000 puestos de trabajo, con lo que la duplicación prevista crearía unos 400.000 empleos adicionales, con un volumen de negocios adicional de 3.500 millones en la industria de la bicicleta.