Teresa Díaz y José F. Sánchez – La bicicleta sigue ganando terreno en las ciudades. La pandemia le ha dado un impulso importante pero también la concienciación medioambiental que cada vez más se está instalando entre los ciudadanos españoles pesa a la hora de optar por este práctico, ecológico y saludable medio de transporte.

Satisfacer las necesidades de los ciclistas sigue siendo crucial para solucionar los problemas de movilidad de las ciudades, mitigar el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar la calidad del aire y la seguridad vial.

Es una advertencia que lanza la ONU con motivo de la celebración del Día Mundial de la Bicicleta, instaurado por este organismo en 2018, para fomentar su uso frente a la contaminación y al cambio climático y para promover la salud.

Ha venido a quedarse

Durante la crisis sanitaria, más de 700.000 españoles han decidido coger la bici para moverse por las ciudades y alrededor de 7,7 millones de ciudadanos la han usado, según datos del estudio «La bicicleta y el patinete en tiempos de pandemia en las zonas urbanas españolas», realizado por la Red de Ciudades por la Bicicleta y presentado esta semana.

Una tendencia que se va a mantener, puesto que el estudio, en el que se ha encuestado a 1.500 personas, revela que más de 2,3 millones de ciudadanos se plantean utilizar la bici el próximo año.

Que este medio de transporte sostenible ha venido para quedarse también lo cree Marta Domínguez Pérez, doctora en Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, quien, en declaraciones a Efe, atribuye el incremento a la unión de varios factores, aunque asegura que la pandemia «ha dado un impulso».

Esta experta en sociología urbana achaca los datos directamente al deseo de evitar las distancias cortas de los coches o los medios de transporte públicos, donde se pueden producir aglomeraciones y, además, a poder disfrutar de la ciudad.

También Diana Gavilán Bouzas, doctora en ciencias económicas y empresariales en la Universidad Complutense de Madrid, especializada en estudios sobre comportamientos del consumidor, opina que los datos están muy relacionados con el miedo al contagio en otros medios de transporte.

En cuanto a la evolución de la tendencia, considera que va a depender de lo adaptadas que estén las ciudades a las bicicletas. «Para que un comportamiento se asiente tiene que estar respaldado en el mercado, así como política, social y culturalmente», advierte a Efe.

Por su parte, el director del Máster en Movilidad y Seguridad de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Universidad Pontificia Comillas, Alberto Carnicero, señala que la bici «te da una sensación de libertad que, ahora más que nunca, estamos necesitados de ella».

Y afirma que quien la empieza a utilizar no suele arrepentirse, aunque duda de que los actuales niveles de incremento se mantengan todos los años.

Una apuesta de las ciudades

Estamos asistiendo a un cambio de paradigma de movilidad en las ciudades y los dos grandes ganadores son el zapato y la bicicleta, porque la gente se ha dado cuenta de sus beneficios, ya que hay estudios que revelan que la gente que anda y pedalea más, vive más, señala el presidente de la Comisión de Transportes, Movilidad Sostenible y Seguridad Vial de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), Alfonso Gil.

Además, los ciudadanos son cada vez más conscientes de que usar la bici contribuye al ecosistema de las ciudades: no contamina y no produce impacto acústico, asegura Gil, también vicepresidente de la Red de Ciudades por la Bicicleta y vicealcalde de Bilbao.

«Uno de los efectos positivos que hemos visto con el covid es que mientras la humanidad sufría, la naturaleza se ha recuperado. Hemos visto pasear jabalíes por las calles y nos ha hecho ver que hay formas alternativas de moverse por las ciudades», subraya.

Gil se muestra convencido que a medio plazo cambiará la fisonomía de las ciudades, que apuestan de manera clara por la bici «y las que no estén totalmente preparadas, tienen la vocación de prepararse».

Primer Informe de l'Ús de la Bicicleta a València.

A su juicio, las ciudades tendrán que realizar las inversiones necesarias para seguir haciendo carriles bici y habilitar espacios done aparcarlas para garantizar que el ciudadano tenga fácil salir de un punto A para llegar a un punto B y dejar el vehículo con la seguridad correspondiente.

También habrá que hacer «pactos de convivencia» mediante el «calmado del tráfico», a lo que va a contribuir la limitación de la velocidad a 30 km/h en las calles de un único sentido de circulación, que entró en vigor el pasado 11 de mayo.

Los accidentes, ‘el lado oscuro’

El experto de la Universidad de Comillas advierte de que en el incremento del uso de la bici hay «un lado oscuro», que son los accidentes en los que están implicados ciclistas.

Por ejemplo, en Madrid han aumentado en 2019 un 30 % respecto a 2018 y este año van camino de subir un 13 % en relación con el año anterior, aunque los datos aun son provisionales.

En el conjunto del país, mientras en las carreteras interurbanas el índice de siniestralidad bajó un 6 % el pasado año, en las ciudades aumentó en la misma proporción y el 70 % de los fallecidos eran personas vulnerables, especialmente ciclistas.

Gil ha precisado que la Dirección General de Tráfico (DGT) está trabajando en proteger más al ciclista y, además, ha apuntado que en esos «pactos de convivencia» habrá que regular los derechos y obligaciones de los ciclistas.