Christian Schuhmann (Málaga, 1990) es diseñador gráfico y un apasionado del ciclismo. En su perfil de Linkedin no encontramos un Behance o una web tipo portfolio, sino a su perfil de Strava. Algo pone de manifesto su enganche a todo lo que tenga que ver con el mundo de las bicis —la Orbea Garbi con la que se mueve por València la restauró él mismo—. Pero eso no quita que en su carrera profesional se haya mostrado un interés especial por el diseño de publicaciones en papel, la imprenta, la encuadernación artesanal y la impresión tipográfica (letterpress).
Este cruce de caminos entre diseño y bicicleta, sumado a su experiencia como usuario, se convirtió en la principal fuente de inspiración para crear una revista, Urbana Magazine, como proyecto final de sus estudios en el Master de publicaciones de la EASD de València. Una publicación con formato periódico —con un plegado que permite una lectura a dos niveles— que ha sido premiada recientemente con una plata en la categoría de Proyecto de estudiante de los European Design Awards.
Un recuerdo de infancia o juventud relacionado con viajar
La verdad es que los recuerdos de viajes que tengo de mi infancia se podrían contar con los dedos de una mano, ya que mi familia no se lo podía permitir. Mi padre era un inmigrante alemán allá en los años 80 y trabajaba en la agricultura, por lo que el coche se utilizaba solo para el campo y hacer recados. Pero recuerdo bien que de pequeño me encantaba acompañar a mi padre a cualquier sitio, como una sombra, y especialmente si era en coche —un Renault 5 rojo—. Y esto es algo que no cambió con los años: el coche dio paso a un viejo camión MAN y nos íbamos juntos a recorrer provincias andaluzas, transportando madera en pleno calor del verano, lo cual me llevó a conocer muchos pueblos y lugares nuevos. Sin duda no era la manera más elegante de viajar, pero para un chiquillo de campo aquello era la felicidad.
¿Cómo era tu primera bicicleta? ¿Y la de ahora?
El día que conseguí mi primera bici tendría 9 o 10 años, y se trataba de una vieja GAC Motoretta 1 de los años 70 que rescaté de la casa donde se crió mi madre. Aquella montura era para echarle de comer aparte: toda de hierro, pesada como un tanque, monomarcha, con unos frenos durísimos para aquellas manos… Ahora tengo una Orbea Garbí de los años 80, azul, de acero —muy parecida a la que utilizara Perico Delgado para ganar aquella Vuelta a España del 85—, que utilizo para desplazarme por la ciudad, y también una Pinarello de aluminio de los años 90 para practicar ciclismo de carretera y participar en marchas ciclodeportivas.
Un viaje en coche, moto o bicicleta que nunca olvidarás.
Nunca olvidaré aquel día de finales de agosto de 2014, un mediodía a 42 ºC, cuando mi hermano y yo decidimos coger nuestras bicicletas de montaña y, sin contar con apenas experiencia en las piernas, salir a hacer un recorrido de unos 52 km por las carreteras de Almogía y Antequera, salpicadas con duras y largas subidas. Aquello fue una masacre: dolores y calambres en las piernas, quemaduras por el sol, mareos, deshidratación, volver a casa en la penumbra de la noche, sin luces… Sin duda, nunca olvidaré el día en el que me descubrí a mí mismo tirado en el asfalto por el dolor, en mitad de una curva y a pleno sol, pues realmente todo empezó con aquella aventura.
¿Cuál es tu ciudad favorita para caminar o ir en bici?
Aunque solo he ido en varias ocasiones, me encanta Düsseldorf y sus alrededores tanto para caminar como para recorrerla en bici. Allí hay mucha cultura ciclista y está muy bien adaptada a este medio de transporte.
Cuando llegas a una ciudad desconocida, ¿en qué transporte te gusta recorrerla?
Sin duda alguna a pie, pues me permite disfrutarla a un ritmo tranquilo, prestar más atención a los detalles y evitar el agobio que me produce el tráfico. Cuando tengo que recorrer mayores distancias prefiero coger el tranvía o el metro, aunque admito que en un reciente viaje a Londres disfruté mucho recorriendo la ciudad en bus. Es toda una experiencia.
¿Hábitos y manías en tus transportes diarios? ¿Cómo te mueves por tú ciudad?
Cuando me mudé junto con mi pareja a València —concretamente al pueblo de Moncada— utilizaba el metro para todo, principalmente para los estudios y, posteriormente, el trabajo. Y me parecía muy cómodo. Pero después de tres años e incontables recargas de bonometro —además de un largo etcétera de otras razones— me cansé y decidí aprovechar un nuevo cambio de domicilio, más cerca a la ciudad, para pasarme a la bici. En poco tiempo amorticé lo que me había costado comprarla y restaurarla, y en menos de 100 desplazamientos de ida y vuelta al trabajo ya acumulaba 1.500 km. Y aunque no todo es oro lo que reluce, las experiencias y las vivencias diarias me sirvieron como base para realizar mi Proyecto Fin de Máster. Sin duda, los mejores 70 euros que he llegado a invertir.
¿Qué medio de transporte de ficción (que aparezca en un libro, película, serie,..) te gustaría probar al menos una vez?
No sé si podríamos llamarlo medio de transporte, máquina de guerra o mascota sobredimensionada, pero definitivamente me encantaría poder ir en dragón, especialmente si se trata de Balerion, el Terror Negro que aparece en la obra literaria de George R. R. Martin, Canción de Hielo y Fuego.
¿Qué viaje tienes como asignatura pendiente y en qué transporte te gustaría hacerlo?
Como también soy bastante friki de la aviación, un viaje que tengo que hacer una vez en mi vida es un vuelo directo París–Japón a bordo de un Airbus A380. ¡Me encanta ese avión! —y me encanta Japón, claro. Pero volviendo a poner los pies sobre la tierra, una posible aventura que planteamos mi pareja y yo hace algún tiempo es un viaje en furgo camperizada a través de la Toscana italiana, culminando con la participación en L’Eroica, la más clásica de las marchas cicloturistas, cuyo requisito principal es el uso de bicicleta y equipación de época, anterior a 1987, y donde la salida y meta se sitúan en el pequeño pueblo de Gaiole in Chianti. Ciudades repletas de arte, pueblos medievales, colinas pobladas de cipreses y viñedos, buenos vinos y deliciosa gastronomía italiana, ciclismo… ¿Se puede pedir más?
¿Cómo imaginas el futuro de la movilidad?
Desde luego no imagino un futuro como el que protagoniza Bruce Willis en la película de ciencia ficción El quinto elemento; creo que lo último que necesita ahora la Tierra es que invadamos los cielos con coches voladores —ni siquiera entiendo aquello de repartir paquetes mediante drones. Me gusta la trayectoria que están siguiendo desde hace décadas algunos países del norte donde, entre otras medidas, cada vez se resta más y más protagonismo al coche en las ciudades para devolvérselas a los peatones y a los ciclistas —no hay que recordar quién estuvo antes. Creo que es un buen punto de partida para que tengamos un futuro que poder imaginar.